lunes, 13 de mayo de 2024

Evangelio de hoy / Lunes de la 7º Semana de Pascua

 



Evangelio según san Juan 16, 29-33

Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas.
Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".
Jesús les respondió: "¿Ahora creen?
Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".

Palabra del Señor.

“¿Ahora creen?”

Las palabras de despedida de Jesús a sus discípulos en Juan (pausadas por el pasaje de Lucas sobre la Ascensión), vuelven nuevamente a ser retomadas; pero con una perspectiva que nos invita a prepararnos para el acontecimiento de Pentecostés. 

Ante las largas y profundas enseñanzas de Jesús, donde los discípulos mantuvieron un silencio prolongado, hoy han expresado al Maestro: “Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios”.

Los discípulos consideran que “escuchan claramente y que comprenden las palabras de Jesús”; también aseguran que “ven y creen”. Para ellos, están adelantados y maduros en el seguimiento. El Señor sabe que aún les falta mucho. ¿Qué significa creer; qué supone? Creer es aceptar y asumir lo que Dios revela; es caminar sólo con la confianza en la Palabra, sin más, aunque no se vean ni se comprendan del todo las cosas. Creer es apostarlo todo, sin nada en las manos como garantía. Es tan grande lo que implica que por eso, sin la asistencia del Espíritu es imposible creer y ser honesto con la fe.

Jesús recupera la forma verbal que los discípulos emplean: -“¿Ahora creen?”. Ciertamente, no sabían lo que decían. Todo lo que habían vivido no era el punto de llegada, sino de partida. La verdad que cualquiera tiembla antes de considerar su fe suficiente. Porque los misterios de Dios siempre nos superan. Jesús les deja claro, y a nosotros también, que sin la fuerza del Espíritu nos dispersamos al momento del aprieto, de la dificultad, cada quien por su lado, desintegrando la comunidad, dejando a Jesús.

El mismo Señor aclara que a Él no lo dejan solo; los que nos vamos solos somos quienes nos distanciamos de Él. El Espíritu es quien nos da la convicción de permanecer a su lado, en comunidad, como racimo a ser servido. El Espíritu es quien da sentido a las convicciones, para optar por Jesús en medio de las luchas que esta unidad implique. El Espíritu es maestro de paz. Presencia pacífica. Es quien da valor y fortaleza. Es el motor que ha hecho a Jesús vencer el mundo. Compartir esta gracia es lo que nos espera si nos vamos preparando seriamente para la llegada de Pentecostés.  

Señor: danos la gracia de experimentar al vivo nuestra debilidad. Déjanos tocar nuestra ignorancia con los sentidos. Queremos y necesitamos experimentar nuestra falta de prudencia ante tu misterio. Y ahí, Señor, amado, déjanos hacer nido para acoger tu Santo Espíritu. Espíritu de Dios que desea nacer dentro. Necesitamos oír claro, y tener una mirada contemplativa. Danos conciencia de lo que se aproxima.

Despiértanos, Señor, que somos tuyos. Necesitamos consistencia para permanecer fiel a ti, en tu seguimiento. Que podamos pedir a conciencia la llegada de tu Espíritu.

  1. ¿Qué estoy esperando en este momento de mi vida?
  2. ¿Quién es el Espíritu para mí?
  3. En este tiempo y siempre ¿por qué es ganancia no dispersarse, cada cual por su lado, y mantenerse siempre en unidad comunitaria?

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