sábado, 25 de mayo de 2024

Liturgia cotidiana / Evangelio

 




 Evangelio según san Marcos 10, 13-16

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí: no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el Reino de Dios. En verdad les digo que quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.



Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan”: ¿Cuál era la razón por la que los discípulos actúan así? Podríamos suponer dos hipótesis: la primera, que los discípulos se empeñan en alejar a todos aquellos que no tienen importancia en aquella sociedad. La segunda, conforme las leyes de la época, tanto las madres como sus pequeños vivían constantemente en impureza legal, quien los tocase quedaría impuro. Repaso las veces en que, por cualquiera de estas hipótesis, mis acciones han alejado a personas de Jesús.

“Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”: La respuesta de Jesús es contundente. ¿Qué significa esto? Los niños viven del amor gratuito dado por sus padres y a su vez estos ven a sus hijos como un don de Dios, por eso los cuidan con esmero y cariño. Así es el Reino de Dios. Un Reino que se hace visible a través de la sencillez, la ternura, la humildad, la alegría, la creatividad y hasta la desobediencia, en algunos casos, del niño que cada uno lleva dentro y vive nuestra vida.




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