viernes, 31 de mayo de 2024

Evangelio diario / Semana 8ª del tiempo Ordinario

 




Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”. María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”. María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.

Palabra del Señor.


“Bendita entre todas las mujeres”


El pasaje de Lucas 1, 39-56 es una poderosa meditación sobre la fe, la humildad y la acción de Dios en nuestras vidas. María y Isabel nos muestran cómo responder con alegría y gratitud a la gracia de Dios. El Magnificat de María nos desafía a reconocer la justicia y misericordia de Dios y a vivir nuestras vidas en respuesta a su amor y fidelidad. Al reflexionar sobre este evangelio, pidamos a Dios la gracia de imitar la fe y la humildad de María, confiando siempre en su plan para nuestras vidas.


En el día de hoy, unidos a María de Nazaret, la creyente por excelencia, podemos interrogarnos: ¿Que caminos nuevos “provoca” en mí el encuentro con la Buena Noticia del Reino? ¿Con quién me “convoca”? ¿Con que música canto la alegría que brota del encuentro con el Señor? ¿En qué medida colaboro con el proyecto de Dios de “su mundo al revés”?

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