Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús
había hecho callar a los saduceos, se reunieron
con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley,
le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál
es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Este es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Para responder a la pregunta de aquél fariseo, Jesús une
dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero
unas palabras del capítulo 6 del Deuteronomio: “Amarás a Dios tu Dios con todo
tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un
fragmento de Levítico 19,17: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno
mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando
amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros
mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad
de amar a Dios.
Señor,
que el amor inspire, sostenga y acompañe
todos
nuestros pensamientos, deseos y acciones.
La
inteligencia sin amor, te hace perverso.
La
justicia sin amor, te hace cruel.
La
crítica sin amor, destruye.
La
diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El
éxito sin amor, te hace orgulloso.
La
riqueza sin amor, te hace avaro.
La
docilidad sin amor, te hace servil.
Compartir
sin amor, te hace soberbio.
La
verdad sin amor, te hace hiriente.
La
autoridad sin amor, te hace tirano.
El
trabajo sin amor, te hace esclavo.
La
sencillez sin amor, te degrada.
La
oración sin amor, te aísla.
La
ley sin amor, te esclaviza.
La
fe sin amor, te hace fanático.
El
dolor sin amor, te trastorna.
La
cruz sin amor, se convierte en tortura.
La
vida sin amor, no tiene sentido.
Ayúdanos,
Señor, a amar siempre,
a
todas las personas y en todas las cosas.
Comentarios
Publicar un comentario