Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59
Jesús dijo a los judíos:
«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede
damos a comer su carne?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que si no comen la carne del Hijo del hombre
y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida
y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí
y Yo en él.
Así como Yo,
que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre,
de la misma manera, el que me come
vivirá por mí.
Éste es el pan bajado del cielo;
no como el que comieron sus padres y murieron.
l que coma de este pan vivirá eternamente».
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? Pueden ayudar
estas ideas:
Jesús
es, debe ser nuestro alimento permanente. Su palabra, su cuerpo y su sangre, su
Iglesia, sus preferidos han de ser nuestro sustento, nuestra fuerza.
Comer
a Cristo nos lleva a vivir unidos a él. Habitamos en Cristo y Él habita en
nosotros. ¿Qué te dice el Señor? ¿Qué le dices?
Comer a Cristo nos da alegría, fuerza, vida, ida eterna. Damos gracias
Señor, gracias por ser nuestro pan,
porque te dejas comer por nosotros,
porque nos ofreces tu vida entera
para que vivamos por tu Amor,
como Tú vives del Amor del Padre.
Danos, cada día, sabiduría y humildad,
para no vivir de mí y de mi vanidad;
de mis deseos de poder y de poseer,
de la satisfacción de mis caprichos;
para vivir de Ti y de tu Amor;
Que cada día, Señor, sepa acoger,
como un mendigo que se sabe afortunado,
tu Luz, que me ayuda a ver la verdad y
la mentira,
tu Fuerza, que me sostiene,
tu Palabra, que me recuerda quién soy y
para qué he nacido,
tu Mano, que me defiende,
tu Sabiduría, que me conduce a la Vida,
tu Mirada, que me da la Paz que a veces
no tengo,
tu Eucaristía, tu pan y tu vino,
que alimenta mi hambre de amor y de
alegría.
de entregar mi tiempo y mi vida entera,
como Tú y siempre contigo.
Amén.
Nos cuesta creer: ¿Cómo puede Jesús darnos a comer su cuerpo?
Pedimos perdón y fe en su Palabra
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