Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41- 51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el
pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no
es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su
padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo
he bajado del cielo?”»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
"Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? Pueden ayudar
estas ideas:
Insiste
el Evangelio de San Juan en recordarnos la importancia de la fe. La fe no sólo
nos conduce a la vida eterna, la fe nos da vida eterna ya, en esta tierra, en
este momento, aunque sea de forma parcial.
“Gracias Señor, por la vida, por la
esperanza, por el amor”
Nadie
puede presumir de la fe frente a los demás. La fe es un regalo de Dios: “Nadie
puede venir a mí, si el Padre no lo atrae”. Dios atrae a todos; en todos ha
puesto la sed de la vida eterna, el hambre de su amistad. Pero podemos
resistirnos a esta atracción. Podemos acallarla, podemos dejarla para mañana...
“Señor, gracias por el don de la fe,
por atraernos hacia Ti”
“Muchos no reconocen tu llamada, no
sienten tu atracción,
enséñanos a ayudarles para que puedan disfrutar de tu vida”
“Tú nos atraes hacia ti y nosotros
no nos acercamos. Perdónanos”
Danos
el agua que colma sin ahogar,
que
limpia las entrañas
empapa
el corazón,
y
acuna en lo yermo la vida.
Danos
tu pan, que sacia sin hartar
y
restaura las fuerzas gastadas;
pan
que alimenta la acogida,
el
encuentro y la fiesta
al
partirse en mesa de hermanos.
Danos
tu espíritu que habla sin grito,
hace
audaz al cobarde
y
libera al cautivo
cuando
inspira justicia, libertad, paz.
Danos
tu verdad que seduce
sin
trampa,
que
hace sabio al pequeño
y hace
sencillo al sabio,
al
afirmar un amor invencible.
En
agua, pan y amor inquieto,
en
espíritu y verdad.
Tenemos
sed de ti, Señor.
José
Mª Rodríguez Olaizola, sj
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