Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-27
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios
y a los prudentes, las has revelado a los
pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce
al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al
Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo
quiera revelar.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús reza, da gracias por las maravillas que el Padre
hace en el corazón de los sencillos. Hoy Dios sigue haciendo milagros en la
vida de muchas personas. Pedimos luz para descubrir y un corazón que sepa
agradecer.
Dios quiere bendecir a todos, pero sólo los que tienen un
corazón de pobre, humilde, sólo puede entrar en la vida de los que han apartado
de su horizonte el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia... Como diría San
Pablo, la fuerza de Dios se muestra perfecta en nuestra debilidad.
“Señor,
haznos pobres y sencillos”
“Gracias
por mostrarnos la grandeza de lo pequeño”
Sólo a través de Jesús podemos conocer a Dios; y sólo
conociendo y amando a Dios podemos ser felices. En cualquier momento y
circunstancia podemos encontrar a Jesús, pero hay “lugares” donde su presencia
es como más densa: la Eucaristía, su Palabra, los pobres, la comunidad
cristiana.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
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