martes, 23 de julio de 2013

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 46-50


 

Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte».

Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

 

Palabra del Señor.



"Jesús se está dirigiendo de un modo abierto y decidido hacia Jerusalén; ha recibido amenazas de muerte de parte de los fariseos y de las autoridades civiles y religiosas de Israel. Tal vez lo más prudente sería batirse en retirada para evitar la muerte. Su familia se ha acercado a Él cuando está hablando a la gente; probablemente quieran llevárselo, no tanto porque crean que está perturbado, sino para protegerlo de las asechanzas de muerte de que es objeto. Algo de esto se colige en la respuesta de Jesús cuando le anuncian que su Madre y sus hermanos quieren hablar con Él. La respuesta podemos conectarla con el Jesús adolescente que le dice a su Madre: ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?, indicando con ello su fidelidad amorosa a la voluntad del Padre Dios, muy por encima incluso de los lazos y dependencias a que podría llevarnos la unión a la familia. El Señor no quiere que persona alguna, ni siquiera los más cercanos, le impidan hacer la voluntad del Padre. A Pedro le llamó Satanás por querer ser un tropiezo en el camino de la cruz de Cristo. Si alguien se precia de ser de la familia de Cristo debe no sólo contemplarlo en el camino de su cruz, de su entrega y del amor hacia nosotros llevado hasta el extremo, sino que debe también cargar su propia cruz e ir tras las huellas de su Señor y Maestro. Esta fidelidad a lo que Dios nos ha confiado es lo único que puede identificarnos como de la familia de Dios. Sólo unidos a Cristo en la fe, en el amor y en la fidelidad a su voluntad, en Él seremos en verdad hijos de Dios. "
 

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