Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 17, 6a. 11 b-19
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al
cielo, y oró diciendo:
Padre santo, manifesté tu Nombre
a los que separaste del mundo para confiármelos.
Cuídalos en tu Nombre que me diste
para que sean uno, como nosotros.
Mientras estaba con ellos,
Yo los cuidaba en tu Nombre que me diste;
los protegía
y no se perdió ninguno de ellos,
excepto el que debía perderse,
para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora vaya ti,
y digo esto estando en el mundo,
para que mi gozo sea el de ellos
y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra,
y el mundo los odió
porque ellos no son del mundo,
como tampoco Yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo,
sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo,
como tampoco Yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad:
tu palabra es verdad.
Así como Tú me enviaste al mundo,
Yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro,
para que también ellos
sean consagrados en la verdad.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús
pide al padre para nosotros el don de la unidad. Cuando estamos unidos, nuestra
debilidad se fortalece, anunciamos sin palabras el Reino de Dios, Reino de paz,
de fraternidad, de comunión...
Nos
unimos a la oración de Jesús pidiendo la unidad para nuestras familias, para
nuestros grupos, movimientos y comunidades, para nuestras parroquias y
diócesis, para la Iglesia entera, para el mundo.
No
es fácil la misión que nos ha dejado Jesús. Es difícil estar en el mundo sin
ser del mundo:
-
Es difícil vivir en una
sociedad consumista y compartir el tiempo, el saber, el dinero.
-
Cuesta mucho devolver
bien por mal en un mundo tan violento.
-
Es casi heróico vivir el
amor limpiamente en medio de un ambiente plagado de estímulos eróticos.
-
Cuando ha crecido tanto
el individualismo a nuestro alrededor, resulta difícil dar la cara por los
demás.
-
En un mundo lleno de
ruido, de prisa, de incomunicación, cuesta hacer hueco al silencio, al sosiego,
a la oración.
¿Cómo
vives estar en el mundo sin ser del mundo? Cuéntaselo a Dios. Pídele fuerza
para ser fiel, para que seamos fieles.
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