La Cuaresma, tiempo de gracia para volver a Dios.
El
Santo Padre Francisco nos propone algunas reflexiones, tomadas de la
Palabra de Dios, que nos sirvan para el camino personal y comunitario de
conversión. “Mirar a Cristo, que siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”, (cfr 2 Cor 8,9). Se nos invita a ser generosos y ayudar a los
necesitados.
Nos indica también, que “Cristo,
el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo
pobre, descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros,
se desnudó, se vació, para ser en todo semejante a nosotros” (cfr Flp 2,7).
Nosotros,
también, debemos entrar en el espíritu de la Pascua, victoria, de
Cristo sobre el pecado y la muerte. Debemos dirigirnos y prepararnos
convenientemente para que el pecado no resida en nosotros y para que no
tengamos obras de muerte.
El concepto “pobre”
tiene diversas acepciones y, a veces, puede suceder que lo reduzcamos
equívocamente, sólo a un plano material externo. El verdadero “pobre”
depende de Dios. Confía, cree, acepta, obedece y ama. Cristo pudo haber
obrado de otras maneras, pero se sometió y se hizo igual a nosotros en
todo, menos en el pecado. (cfr. Hb. 4, 15)
El
depender es confiar, y es pedir que se haga su voluntad siempre. Pues
Él es Padre y el Padre ama a sus hijos. No los abandona, no nos abandona
jamás. Nos da la gracia para que obremos como hijos. Los
hijos debemos saber que hay que buscar su voluntad. Es lo mejor. Muchas
veces su voluntad, no coincide con la nuestra. Con nuestra mentalidad,
con nuestro modo de obrar, con nuestros criterios, opiniones, posturas,
emociones, sensibilidades: ¡Cuántas veces hemos forzado la verdad
torciéndola según nuestro provecho! ¡Cuántas veces hemos mirado y
juzgado la realidad con intenciones mezquinas y egoístas! ¡Cuantas veces
hemos justificado nuestras conductas sin hacer caso a la verdad
objetiva de los acontecimientos! ¡Cuántas veces no hemos respetado el
ritmo de la naturaleza y tantas otras cosas en los vínculos humanos! Ser
pobres significa depender de Dios en todo, pero haciendo todo lo que
está a nuestro alcance y bajo nuestra responsabilidad.
Aceptar
a los otros. Darles un lugar en la vida nuestra. No empujarlos, no
excluirlos, no negarlos, no destruirlos. Todos somos parte y cada uno se
merece el reconocimiento. El pobre acepta y ama al otro. El que se
pinta de pobre, lo usa y lo manipula al otro, para obtener su propio
beneficio.
Cuaresma
es un tiempo especial de gracia. Para vivir la conversión personal
pero, a la vez, que incida en lo comunitario. Seamos conscientes que
para una conversión comunitaria debemos pasar antes por la personal. No
puede haber dicotomía.
La
Iglesia
necesita nuestra conversión. El mundo político, social, educativo,
profesional, familiar y personal también lo necesita. ¿O queremos
permanecer en la ignorancia negando las realidades, sus incidencias y
consecuencias? Si permanecemos en esta voluntad negadora vamos a ir cada
vez peor. Acuérdense: “si sembramos vientos, cosecharemos tempestades”.
La Cuaresma no la podemos reducir a ciertas acciones. No es una fachada
ni una postura externa, debe ser una verdadera transformación que tiene
en cuenta sobre todo a Dios, a los demás y a uno mismo.
Les
deseo de corazón una Santa Cuaresma para que, en este itinerario
penitencial, todos podamos alcanzar la madurez y la plenitud.
Los bendigo de corazón.
+Mons. Rubén O. Frassia
Obispo de Avellaneda-Lanús
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