Mons. Frassia en Pquia. N. S. del Valle
Asunción del Padre Jorge Menghi
8 de marzo 2014
Queridos hermanos, queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, querido pueblo fiel:
El
Evangelio que acabamos de compartir nos habla del misterio de Dios,
hecho Hombre, hecho carne, y cómo tocó tan profundamente el corazón
humano, que hasta permitió al maligno la osadía de
tentarlo; le permitió, podía haberlo destruido y sin embargo,
misteriosamente, le permite que lo tiente diciéndole “no tentarás al
Señor, tu Dios”.
Entre
las cosas importantes para afirmar está la creación: Dios hizo al ser
humano parecido y semejante a Él. Luego entró el pecado, la
desobediencia, en el mundo y Cristo –ya desde el misterio de su
encarnación- cargó tanto el pecado y el peso del maligno en la
humanidad, que luego dió su vida por nosotros.
Por
eso afirmamos que si la creación es bella, más bella aún es la
salvación. Porque en este proceso de belleza y salvación hay un misterio
de Cristo extraordinario, hay una
conquista. Por eso tenemos que saber vivir de acuerdo a esa conquista,
¿cuál es la conquista?, ¡ya no vivir como esclavos sino ser libres!,
¡no vivir en la oscuridad sino en la luz!, ¡tener bondad, no dar lugar
al malvado, ser buenas personas!, ¡servir!, ¡no ser mediocres ni
mezquinos!
En
la vida, Cristo nos ha participado del misterio de la salvación y ya
nos salvó. ¡Si nos salvó, no vivamos como derrotados, no estamos
vencidos, estamos sanados! Nos ha sanado, estamos revestidos con su
gracia, nos ha comprado en la cruz: “¡Oh muerte!, ¿dónde está tu
victoria?”
Y
como el pecado ha sido aplastado, nosotros tenemos que vivir como
resucitados, con la convicción, con el mérito, con el esfuerzo, con la
voluntad y con el ejemplo de Jesucristo, que sabe decir sí cuando hay
que decir sí, y sabe decir no cuando tiene que decir no.
En
esta Cuaresma, en la que entramos con toda la Iglesia, pensemos estas
cosas para que nuestra vida sea distinta, para que nuestra mirada sea
distinta y para que no reduzcamos la Cuaresma simplemente al ayuno del
miércoles de ceniza, no comer carne los viernes y alguna obra de
caridad, como si eso fuera todo; eso será una expresión, y está bien,
pero no es todo. No nos quedamos en la corteza de las cosas, vamos a lo
profundo de la realidad y queremos entrar en lo profundo de Dios, que es
lo más importante. Entremos en la Cuaresma para vivir más cerca de
Jesucristo pero no como vencidos ni
derrotados, sino como rescatados, sanados y salvados.
Ahora
bien, la vida de la Iglesia la formamos todos porque somos una familia.
No una familia de carne, de sangre, apellido ni procedencia sino que
todos estamos entrelazados por un vínculo irrompible, invisible, que es
el Espíritu Santo. Por eso somos una familia y somos una comunidad
católica universal, católica diocesana, católica parroquial, católica
con la capilla y con todo el universo de los hombres. Con los vecinos,
con los que vienen, con los que no vienen, con los que se fueron, con
los que están cerca, con los que están lejos, ¡con todos!
Formamos
una comunidad que tiene un pastor,
principalmente el Obispo, que a la vez es párroco. Y nosotros, como
todos, tenemos que hacer la voluntad de Dios que es ir donde Él nos
manda, a través de la Iglesia. Yo tengo que mandar, pero para poder
mandar tengo que obedecer. Yo soy el primero que tiene que obedecer:
¿qué quiere Dios?, ¿qué pide Dios?, ¿qué nos manda Dios? El que sabe
obedecer sabe mandar y el que no sabe obedecer se convierte después en
un déspota.
En
esta familia todos tenemos que hacer la voluntad de Dios y el Obispo
tiene que tomar decisiones que a todos nos cuesta. Les cuesta a ustedes,
porque uno se acostumbra, se halla; también al párroco, padre Miguel,
le costó tomar la decisión, aceptó la voluntad de Dios expresada por el
Obispo pero “la procesión viene por dentro”. Los cambios siempre son
novedosos pero también son sufrimientos.
Al
Padre Miguel Ángel gracias por su disponibilidad y su aceptación a
donde el Obispo le pidió. Agradezco todos estos años en la comunidad de
Nuestra Señora del Valle y que el Señor lo bendiga ampliamente en el
nuevo destino donde Dios lo mandó. “Irás a donde yo te mande y no temas,
pues yo estoy contigo”.
Los
afectos, si los hay profundos y verdaderos, no mueren, permanecen. Las
personas son únicas e irrepetibles. Por lo tanto no comparen con “aquel
padre era bueno más bueno”, “este padre es más bueno que el otro”, no
comparen; como a los hijos: se los ama en su identidad y también en su
diferencia, pero no comparen. Comparar no hace bien a nadie.
El
principio del realismo es: juntos en esta etapa, trabajar con el Padre
Jorge Antonio Menghi, caminar juntos haciendo la voluntad de Dios.
También agradezco al Padre Jorge su disponibilidad. Deja una parroquia y
cuando hay un cambio, una mudanza, está todo muy bien pero también ¡hay
un lio!, una complicación; hay que arreglar cosas, ubicar otras, hay
que mover afectos y dejar otros, pero es la vida y es la familia. Yo,
cuando estaba como Obispo en Bariloche y el Papa me mandó acá
-Avellaneda Lanús- cambié el Nahuel Huapi por el Riachuelo y ví que los
dos lugares tienen una belleza que los hace incomparables.
Por
eso digo que el principio del realismo es lo que nos alimenta. Si uno
compara, no se levanta. No hay que comparar, hay que vivir el presente
en la presencia de Dios. Y este es el tiempo en que Dios nos habla, el
tiempo que quiere que vayamos juntos, el tiempo donde uno tiene que
santificarse y el tiempo donde uno tiene que trabajar por el Señor, por
la Iglesia y por nuestros hermanos. ¡Lo demás es lo demás!
Como
comunidad de Nuestra Señora del Valle y con la capilla Nuestra Señora
de Luján, tienen que trabajar para que la Iglesia esté presente en el
barrio, para que nadie diga “los católicos son un grupito de gente y
nada más”. Salir, misionar, como dice el Papa Francisco ir a las
periferias, a los más alejados, descubrir quiénes son los más alejados;
quizá el más alejado es el vecino de al lado. Porque no solamente es
“más alejado” el que está en la villa, también puede ser el que trabaja
en una oficina, en empresas, o aquel que no tiene trabajo.
Pido
a la Virgen del Valle, Ella que nos abraza y nos acerca a Cristo Jesús,
que de fuerzas a esta comunidad para que sigan trabajando por el Señor,
por la Iglesia, por la diócesis y por todos los demás. Confío mucho en
esta comunidad. A seguir trabajando juntos, pero tengamos presente que
las cosas no se hacen por arte de magia. Las cosas tienen que ser
tomadas, pensadas y puestas en práctica. Dicho de otra manera: para que
hayan cambios, no hacen falta los diagnósticos que todos los conocemos,
para que haya cambio hay que poner la voluntad personal, dejarnos de
pamplinas, no preguntar
“¿qué me va a dar la Iglesia?” sino preguntarse “yo Iglesia ¿qué cosa
estoy dispuesto a ofrecer?, ¿cuáles son mis talentos?, joven, adulto,
anciano, antes corría ahora no, antes caminaba mucho ahora no puedo
caminar, ¿qué cosas puedo hacer?” Si cada uno se hace la pregunta la
respuesta es, con generosidad, estar más cerca de Jesús y del Evangelio.
Querida
comunidad, les dejo al Padre Jorge para caminar juntos. Nunca seguimos a
hombres, siempre seguimos a Jesucristo en la Iglesia. Esa es nuestra
mirada, nuestro horizonte, nuestro proyecto, y si lo tenemos claro no
nos vamos a confundir, pero si no lo tenemos claro nos confundimos y
podemos confundir a los demás.
Que la Virgen nos ayude a vivir en la presencia de la luz, en la presencia de Jesús.
Que así sea
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