Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará
el momento. Será como un hombre que se va de
viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores,
asigna a cada uno su tarea, y recomienda al
portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el
dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al
canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue
de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén
prevenidos!
Palabra del
Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este
evangelio en mi vida? Pueden ayudar estas ideas:
Vigilad, velad. Es un buen lema para el
Adviento. Tenemos que estar despiertos para descubrir la presencia del Señor,
que viene. Viene como un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus
criados su tarea, de improviso. Viene a traernos la
salvación, la felicidad...
Por eso, sería bueno hacer una reflexión y
pensar: ¿Qué tendría que hacer para estar más despierto? Ver menos la
televisión, leer más la Biblia, tener espacios de silencio para pensar y rezar,
escuchar más a las personas, estar mejor informado de las cosas que pasan en el
mundo...
Cuidado. Dios es imprevisible. Se hace
presente en la iglesia y en el parque, por la mañana o por la noche, a través
de un pensamiento o de un sentimiento, en momentos de gozo y de alegría, a
través de un amigo o de un desconocido.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor,
abre nuestros ojos, para que veamos la energía creadora que hay en nuestro
corazón, capaz de renovar una vida sin tono y sin horizonte.
Abre
nuestros ojos, para que admiremos el milagro permanente de la vida: la marcha
prodigiosa del cerebro, el latir fiel del corazón, la mirada limpia del ojo, la
atención alerta de la inteligencia.
Abre
nuestros ojos, para que descubramos la belleza de una flor o de un paisaje, de
un corazón que sabe amar, perdonar, confiar...
Abre
nuestros ojos, para que veamos las manos que necesitan un apretón, las penas
que podemos aliviar, las esperanzas que podemos alentar...
Abre
nuestros ojos, para que te reconozcamos en nosotros mismos, en los hermanos, en
la creación y en la marcha de nuestra historia. Amén.
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