Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 37-42
Jesús dijo a sus discípulos:
«No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados;
perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Les volcarán sobre el
regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la
medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego?
¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser
perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga
que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que
te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el
tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás
claro para sacar la paja del ojo de tu hermano».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Los ejemplos de este Evangelio son claros. Son fáciles de
comprender. A nosotros nos toca aplicarlos a nuestra vida: ¿Cuáles son las
vigas que llevamos en los ojos? ¿Que tendríamos que cuidar en nosotros mismos,
antes de intentar ayudar a los demás? Cuidarnos es, además de una obligación
moral, una exigencia del amor al prójimo.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Jesús nos previene también contra la hipocresía: a veces
tenemos vista de lince para descubrir los fallos de los demás y de topillo para
descubrir nuestros errores. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver a los otros
y a nosotros mismos con la máxima objetividad. Tampoco sería bueno destacar
sólo los pecados propios y las virtudes ajenas.
“Señor,
ayúdanos a ver claro”
“Danos
fuerza para cambiar”
“Perdona
nuestra hipocresía”.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
con la luz de tu Verdad y de tu
Amor,
para que yo me haga cada día más
sensible al mal que hay en mí,
y que se esconde de mil maneras
distintas, para que no lo descubra.
Sensible a la injusticia que me aleja de Ti y de tu bondad
para con todos los hombres y mujeres
del mundo.
Sensible a los odios y rencores
que me separan de aquellos a
quienes debería amar y servir.
Sensible a la mentira, a la hipocresía, a la envidia, al orgullo,
a la idolatría, a la impureza, a
la desconfianza,
para que pueda rechazarlos con todas
mis fuerzas
y sacarlos de mi vida y de mi
obrar.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que yo me haga cada día más
sencillo,
más sincero, más justo, más
servicial,
más amable en mis palabras y en mis
acciones.
Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón,
para que Tú seas cada día con más
fuerza,
el dueño de mis pensamientos, de
mis palabras y de mis actos;
para que todo en mi vida gire en
torno a Ti;
para que todo en mi vida sea reflejo
de tu amor infinito,
de tu bondad infinita,
de tu misericordia y tu compasión.
Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante.
Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre,
hasta el último instante de mi vida
en el mundo,
para luego resucitar Contigo a la
Vida eterna. Amén.
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