Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 6-11
Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a
enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano
derecha paralizada. Los escribas y los fariseos
observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba
en sábado, porque querían encontrar algo de qué
acusarlo. Peto Jesús, conociendo sus intenciones,
dijo al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y quédate de pie delante de todos». Él
se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido
en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida
o perderla?» y dirigiendo una mirada a todos, dijo
al hombre: «Extiende tu mano». Él la extendió y su
mano quedó sana.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí
para ver qué podían hacer contra Jesús.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes
o sábado. Los fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen
furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en sábado. Para
Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima de la ley.
También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que
hacen nuestros “adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los
compañeros si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para
superar la envidia:
Señor, sabemos que la envidia
perjudica a todos,
al
que es envidiado y al que envidia;
pero,
a veces nos cuesta mucho evitarla.
Envidiamos un puesto de
trabajo, un coche, una casa,
un
buen marido o una buena mujer,
el
carisma, el físico, la inteligencia, la fama...
Nos parece que si no poseemos
lo que envidiamos
no
podemos triunfar ni ser felices del todo.
Haznos comprender los peligros
de la envidia.
"De la envidia nacen el
odio y la calumnia,
la
alegría causada por el mal del prójimo
y la
tristeza causada por su prosperidad”
La envidia nos arma unos
contra otros
y
debilita desde dentro a las familias,
a las
comunidades y a toda la sociedad.
Danos luz y fuerza para
superar la envidia,
para
valorar nuestras posibilidades y capacidades;
para
agradecer las personas que nos quieren,
los
pequeños logros que alcanzamos en la vida,
las
montañas y los ríos, los animales y las plantas,
las
cosas que nos hacen más agradable la vida.
Danos luz y fuerza para
superar la envidia,
para
ver en cada persona a un hermano,
para
no considerarlas competidoras ni enemigas;
para
admirar, alegrarme y dar gracias de corazón
con
los talentos y los éxitos de los demás,
para
saber pedir con humildad lo que necesito
y
compartir con generosidad lo que tengo. Amén.
Jesús
predica y cura. Y así manifiesta a todos el amor
misericordioso del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida
corra peligro. ¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o
sólo ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?
¿Qué
te dice Dios? ¿Qué le dices?
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