Lecturas de hoy / miércoles de la 4º semana de octubre

 




 Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Éfeso

6, 1-9

 

Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor porque esto es lo justo, ya que el primer mandamiento que contiene una promesa es éste: "Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y tengas una larga vida en la tierra".

Padres, no irriten a sus hijos; al contrario, edúquenlos, corrigiéndolos y aconsejándolos, según el espíritu del Señor.

Esclavos, obedezcan a sus patrones con temor y respeto, sin ninguna clase de doblez, como si sirvieran a Cristo; no con una obediencia fingida que trata de agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, cumpliendo de todo corazón la voluntad de Dios. Sirvan a sus dueños de buena gana, como si se tratara del Señor y no de los hombres, teniendo en cuenta que el Señor retribuirá a cada uno el bien que haya hecho, sea un esclavo o un hombre libre.

Y ustedes, patrones, compórtense de la misma manera con sus esclavos y dejen a un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos, que lo es también de ustedes, está en el cielo, y no hace acepción de personas.

 

Palabra de Dios.

 

Partiendo de la teología judía, Pablo sigue afirmando que el amor a los padres es el más grave mandamiento y se demuestra, sobre todo, en la obediencia. También los hijos han de encontrar en el padre amor y comprensión; en ningún modo el desahogo de un mal humor. Que ellos sean la imagen del Padre celeste. No da una solución social para los esclavos (por otra parte incomprensible en aquellos tiempos), pero sí una solución cristiana: Dios «no hace acepción de personas».


 

SALMO RESPONSORIAL                                  144, 10-14

 

R.    El Señor es fiel en todas sus palabras.

 

Que todas tus obras te den gracias, Señor,

y tus fieles te bendigan;

que anuncien la gloria de tu reino

y proclamen tu poder. R.

 

Así manifestarán a los hombres tu fuerza

y el glorioso esplendor de tu reino:

tu reino es un reino eterno,

y tu dominio permanece para siempre. R.

 

El Señor es fiel en todas sus palabras

y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen

y endereza a los que están encorvados. R.

 

 

 


 

  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

13, 22-30

 

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»

Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y Él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".

Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y Tú enseñaste en nuestras plazas". Pero Él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"

Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.

Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

 

Palabra del Señor.




"Los últimos serán los primeros"



Al iniciar esta oración, te pedimos Señor que nos ayudes a aumentar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad para ir hacia donde verdaderamente nos llamas, y ser salvados en tu amor y misericordia.


En Jesús, nuestra salvación ha sido garantizada, sin embargo, para alcanzar dicha eternidad hemos de pasar por la puerta estrecha que requiere nuestro esfuerzo para poder cruzarla. Hemos de esforzarnos, no en pasar primeros por acumulación de buenas acciones en beneficio propio, sino habiendo escuchado, acogido y puesto en práctica la palabra de Dios.

La invitación es a no pensar como el pueblo de Israel que, por ser el “pueblo escogido” ya estaban salvos, depende también de cómo nos hemos comportado con Dios, en nuestra calidad de hijos e hijas.


 

Alabemos al Señor escuchando: La puerta estrecha Salomé Arricibita


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