Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 1-4



Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir».
 Palabra del Señor.

¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

A. Jesús mira, mira con profundidad. No se queda en la superficie, en las apariencias. Como dice el primer libro de Samuel 16,7: "La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón".
Parece que no tenemos tiempo para mirar, para contemplar, para descubrir el corazón de las personas. Tenemos mucha prisa y poco amor.    
     "Señor, perdona y cura mi superficialidad".     
     "Ayúdame a descubrir la grandeza y las miserias del corazón de las personas"

B. Las viudas de aquel tiempo normalmente eran pobres de solemnidad y estaban totalmente desprotegidas. Sin embargo, echó todo lo que tenía para vivir. Los cristianos estamos llamados a compartirlo todo, a dar incluso la vida. Pero en la realidad ¿cuánto tiempo, cuanto dinero, cuanta vida compartimos? ¿No se nos habrá pegado demasiado el polvo de la sociedad individualista y consumista en la que vivimos.
     "Dame Señor un corazón generoso"
     "Gracias Señor por las personas que saben compartir"

C. ¿Por qué nos cuesta tanto compartir? Cada uno conocerá sus razones particulares, pero hay dos que nos afectan a casi todos. Por un lado, confiamos poco en Dios. Si confiáramos más en Dios, no nos apoyaríamos tanto en las seguridades materiales. Por otro, somos poco conscientes de todo lo que Dios ha compartido con nosotros, de todo lo que Dios cada día nos regala. "Todo lo mío es tuyo" dice el padre de la parábola del hijo pródigo, nos dice Dios a cada uno (Lc 15,32). Si fuéramos fuésemos más conscientes, compartir no sería un castigo, sería una necesidad que nace de un corazón agradecido.
     "Gracias Señor por la vida, por la fe, por ..."

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