Día 11: la alegría de amar a Jesús
En el nombre del Padre
y del Hijo
Y del Espíritu Santo,
Amén.
Vamos a emprender de nuevo el camino de nuestro desierto interior para aprender a rezar y a seguir a Jesús más íntimamente. Durante los próximos cuatro días vamos a ver cómo podemos amar a Jesús a través de los grandes misterios del rosario. Y hoy empezamos con la alegría, es decir, con los misterios gozosos. Los meditamos los lunes y los sábados y me gustaría que visualizáramos juntos lo que nos dicen.
Cerremos los ojos y unámonos a María en su habitación hace 2000 años. Esta joven tan pobre que vemos y su ofrenda en el templo el día de la presentación de Jesús, muestran que José y María estaban entre los más pobres de la clase social. Y esta noche, mientras la joven rezaba, todo el cielo contuvo la respiración porque Dios la había elegido. ¡De entre todas las mujeres, Dios eligió a María para encarnarse entre los hombres!
Y ese fue precisamente el primer escándalo: muchos esperaban un rey poderoso, un Mesías triunfante, pero no fue así a simple vista.
Sería el hijo de María, de Galilea, ¡y así fue!
Hoy luchamos por tener lugares privilegiados y reconocimiento. Sin embargo, recordemos que Dios vino entre nosotros, eligiendo una posición que ninguno de nosotros habría elegido. Respecto a María, ella aceptó, el cielo exultó y cantó su gloria, mientras que el infierno se enfureció y tembló... La Virgen corrió a casa de su prima, en el quizá cerca del jardín, y comenzó a ayudarla, mientras ambas sonreían, porque ya lo sabían… En ese momento era un misterio: la humanidad aún no sabía que Dios estaba ahí en su vientre. Se trataba de un tiempo de intimidad limitada, y María sabía que no duraría mucho tiempo. Luego tenemos el nacimiento en un pesebre, la presentación en el templo, Simeón, Ana. Y luego el niño Jesús perdido y hallado en el templo, generando la preocupación de sus padres, quienes lo encuentran enseñando en el templo. ¡Qué alegría: Dios está con nosotros!
Probablemente no siempre sepas cómo rezar para mostrar tu alegría. Es más fácil clamar a Dios cuando las cosas no van bien y pedirle ayuda.
¿Cómo mostrar nuestra alegría a Dios?
La tradición cristiana siempre ha incluido la oración cantada, la cual llamamos alabanza. Todos conocemos la hermosa frase de San Agustín: "¡Cantar es rezar dos veces!” ¡Cuando estás contento, cuando tu corazón rebosa de alegría! ¡Alaba a Dios! Alábale con todas tus fuerzas. Puedes tomar un salmo, por ejemplo, y recitarlo en voz alta o cantarlo. Alegrarse en la palabra de Dios: es lo que hizo María con Isabel cuando cantó el Magnificat.
Pero también podemos encontrar diversidad de música para alabar a Jesús, para alabar a Dios con todo nuestro corazón.
Cantemos juntos el Magnificat por Jesús y María
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.
Meditemos una decena de nuestro rosario, pensando en María e Isabel, ambas atrapadas en la intimidad de Dios y en su voz que clama en el desierto.
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