Lecturas cotidianas / Día 5to de la Octava de Navidad
PRIMERA LECTURA
De la Primera carta del apóstol san Juan 2, 3-11
Queridos hermanos: En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó. Queridos míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tienen desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que han escuchado. Y, sin embargo, les escribo un mandamiento nuevo –y esto es verdadero en él y en ustedes–, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Palabra de Dios.
Juan opone a la actitud de los fieles que guardan con fidelidad la Palabra, la actitud de los gnósticos, que para liberarse del yugo de los mandamientos se jactan de poseer un «conocimiento superior». Frente a esto, saca la conclusión de que estos últimos viven en la mentira, porque, en definitiva, su comportamiento equivale a separar la fe de la vida de cada día. Así, el verdadero creyente es el que observa la ley; pero aquí, lo mismo que en el cuarto evangelio, esa ley se resume sencillamente en el mandamiento del amor. Este mandamiento es antiguo y nuevo a la vez: antiguo, porque tiene sus raíces en la tradición viva de la Iglesia; nuevo, porque en la cruz enseño Jesús la profundidad con que el hombre está llamado a vivirlo.
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 95
R. Alégrese el cielo, goce la tierra.
• Canten al Señor un cántico nuevo, canten al Señor, toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre. R/.
• Proclamen día tras día su victoria. Cuenten a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R/.
• El Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo. R/.
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-35
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la Ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”. Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al Templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción -y a ti misma una espada te traspasará el alma-, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”.
Palabra del Señor.
“Mis ojos han visto la salvación”
El anciano Simeón es el signo de sabiduría y piedad, el que pacientemente ha esperado para ver la salvación. Quien sabe cuanto ha rezado este hombre por todo el pueblo de Israel y su liberación. El niño Jesús es la luz que disipa todas las tinieblas, e ilumina a todos los pueblos.
El canto de Simeón es una alabanza a Dios que brota de los profundo del corazón, y no hay dudas que fue inspiración del Espíritu Santo. Tal es así que sus palabras también van preparando el corazón de José y María, sobre el futuro que vivirá el Salvador. Simeón, un servidor bueno que vió la salvación y descansa en paz.
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