NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA – SÉPTIMO DÍA
Por la señal de la Santa Cruz+
de nuestros enemigos+
líbranos, Señor, Dios nuestro+
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Oración Inicial
“Madre mía, infunde en mí aquel amor que ardía en tu Corazón por Él; en mí, que, cubierto de miserias, admiro en Ti el misterio de Tu Inmaculada Concepción y que ardientemente deseo, por ese misterio, purifiques mi corazón para amar a mi Dios y a tu Dios; a mi mente para elevarme hasta Él y contemplarlo, adorarlo y servirlo en espíritu y en verdad, a mi cuerpo para que sea su tabernáculo cuando se digne venir a mí en la Santa Comunión” (Padre Pío)
Lectura bíblica del séptimo día:
“Estaba junto a la Cruz de Jesús, su Madre” Juan 19, 25
María está en el centro de la historia humana, de esta historia que hace progresar al mundo mediante la adhesión silenciosa de su amor, María continúa su obra en el mundo.
La esperanza cristiana es una virtud que nos obliga a dirigir nuestra mirada hacia “Él que ha de venir”, a prepararle el camino que conduce a Cristo, todo encuentro con María siempre termina en encuentro con Cristo mismo.
Pedir la gracia que se desea alcanzar de María en esta novena.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
Oración Final
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa
Virgen Sagrada María
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración de la comunidad
Oración del Padre Léonce de Grandmaison
Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo. Amén.
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